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Editorial de Federico Vazquez sobre algunas proyecciones para el 2013.

Luego de hacer un repaso calendárico de los acontecimientos más relevantes del año que pasó y de realizar las debidas interpretaciones y los necesarios balances, tal como humildemente propusimos y nos propusimos a finales de nuestra programación en diciembre, aparece imperante la proyección de lo que será (siempre hipotéticamente) en éste presente 2013. Basado en diversas fuentes entre las que se encuentran las opiniones de Ignacio Ramonet, a quien acudimos bastante últimamente, o José Natanson, habiendo tenido el privilegio de entrevistarlo el año pasado, nuestro futuro inmediato supone, además de las preocupaciones lógicas por lo que pase en nuestro país, acercarnos a los principios de la geopolítica para entender lo que viene.

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Siguiendo este consejo del español es que si contemplamos, en este principio de año, un mapa del planeta, inmediatamente observaremos varios puntos con luces rojas encendidas. Cuatro de ellos presentan altos niveles de peligro: Europa, América Latina, Medio Oriente y Asia. Demasiado, se podría decir, si a las incumbencias locales siempre prioritarias, le sumamos el reconocer las dimensiones y el peso específico de estos continentes en el globo. Pero bueno, para ser prolijos comenzaremos puertas adentro para intentar interpretar el devenir del año.

En nuestra tierra la inflación constituye un problema, siempre.  Es que desde principios del 2007, como para tomar una referencia no muy lejana, la economía argentina arrastra una inflación alta pero no desbordada, estructural pero no espiralizada, y persistente. Ante ciertas respuestas iniciales del gobierno, la cuestión es hasta qué punto muchas de las políticas implementadas para sostener el crecimiento, garantizar el empleo y mejorar las condiciones de vida de los sectores populares no son en sí mismas inflacionarias o un poco inflacionarias, tal como plantea Alfredo Zaiat cuando analiza la tensión entre inflación y empleo . Confirma el diagnóstico de la inflación los dichos de la Presidente hace una semana cuando aludía a una campaña contra los empresarios que suben los precios y convocaba a “hacerles el vacío para que reaccionen”. El mensaje presidencial está dirigido a los consumidores para que se auto defiendan en el mercado, para que no compren, o cambien de proveedor, aunque resulta complejo mutar de proveedor de servicios esenciales cuyas tarifas se vienen  adecuando en el último tiempo: electricidad, transporte y otros. Es inimaginable, vía abstención de parte del consumo, la reducción de los peajes, de los boletos de transporte, de las tasas de interés, de los alquileres, de la electricidad u otras tarifas de servicios públicos, o de los alimentos de consumo cotidiano. Entonces ¿cómo hacer el vacío ante tamaña diversidad? La pregunta inicial adecuada sería en realidad: ¿Quién fija los precios, en la Argentina y en el mundo? La respuesta corta está en la combinación del “Mercado” y el “Estado”, adicionando que el mercado actúa nacional, regional y mundialmente. Yendo al fondo es el capitalismo y su forma de manifestación contemporánea el que establece cierta norma de precios globales pero no todos los países manifiestan del mismo modo las variaciones globales de precios, ya que existen los Estados nacionales y sus políticas económicas para mediar e intervenir en el mercado de compra-venta, local, regional, o del mundo. En definitiva, en todos los casos es una cuestión de poder, sea en el mercado o en el estado, de poder fijar precios.

El kirchnerismo ha establecido con el humor social una relación ambivalente. ¿Qué sucederá en el año electoral que se inicia? Un aspecto central del estilo de conducción kirchnerista que puede jugar un papel importante pasa por la explicación del rumbo. Al decir de Natanson hay, en efecto, una dimensión explicativa de la política, casi pedagógica, que no conviene subestimar, y en este sentido resulta interesante comprobar que Cristina Kirchner, una oradora sólida e inspirada, ha sido menos prolífica que su marido, cuyos discursos lucían desgarbados y hasta confusos, a la hora de instalar ideas-fuerza de alto contenido político, como ser: la “salida del purgatorio”, la promesa de “no dejar las convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno” y el “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso?”; todos llevan el copyright de Néstor.

Este tipo de apuntes pueden parecer menores, una simple cuestión de estilo o comunicación, pero en realidad no lo son: constituyen rasgos de carácter que revelan de modo profundo la forma en que un gobierno dialoga con la sociedad, que es también, por supuesto, la idea que se hace de ella. Sobre todo cuando se enoja o se excita o se engolosina con sus propios éxitos, el kirchnerismo parece tomar una distancia excesiva de las angustias, traumas y complejos sociales. Y si por un lado esto le permite elaborar iniciativas de largo plazo que no forman parte de las necesidades de todos los días, también puede contribuir a aislarlo y hasta tornarlo distante, insensible. No dejarse arrastrar por la tiranía de la opinión pública es clave para cualquier líder político que se proponga un horizonte de cambio, pero la línea que separa esa autonomía del autismo resulta a veces demasiado delgada.

Cabe agregar, en este análisis un poco a caballo del año que inició, una cuestión no menor de ingeniería electoral. Las elecciones de este año serán las primeras que el kirchnerismo deberá enfrentar sin la postulación de alguno de sus dos líderes. Hasta el momento, el dispositivo electoral oficialista descansó siempre en alguno de los integrantes del matrimonio, con Néstor (2003, 2009) o Cristina (2005, 2007, 2011) turnándose para encabezar la lista nacional o bonaerense. Ahora, por primera vez, el gobierno tiene el desafío de disputar la elección sin un Kirchner al frente, lo que lo obligará a buscar candidatos taquilleros para los distritos clave. Lo interesante es que los más valorados por la sociedad no siempre son los más queridos por el kirchnerismo químicamente puro, lo que reenvía al dilema anterior: hacerle caso a la opinión pública o a la propia intuición, es decir hasta cuándo seguir escuchando y cuándo, finalmente, decidir.

Ya saliendo de nuestra quinta, en la Unión Europea (UE), el año 2013 será el peor desde que empezó la crisis, auspicia negativamente Ramonet. La austeridad como credo único y los hachazos al Estado de Bienestar continuarán porque así lo exige Alemania que domina Europa y la dirige con mano de hierro. Berlín no aceptará ningún cambio hasta los comicios del próximo 22 de septiembre en los que la canciller Angela Merkel podría ser elegida para un tercer mandato. Además, podrían producirse explosiones en cualquiera de las sociedades del sur de Europa (Grecia, Portugal, Italia, España) exasperadas por garrotazos sociales permanentes.

Donde nada parece avanzar es, una vez más, en Medio Oriente. Ahí se encuentra el actual foco perturbador del mundo. Las revueltas de la “Primavera árabe” consiguieron derrocar a varios dictadores locales como en Libia, Egipto y Túnez. Después de haber seguido con interés las explosiones de libertad de la primavera 2011 en esta región, las sociedades europeas están nuevamente perdiendo interés sobre lo que ocurre allí. Demasiado complicado para ellos. El 14 de junio tienen lugar, en Irán, las elecciones presidenciales, a las cuales Mahmud Ahmadineyad, el actual mandatario, no puede presentarse pues la Constitución no permite ejercer más de dos mandatos. O sea que, durante el próximo semestre, Irán se hallará inmerso en violentas pugnas electorales entre los partidarios de una línea dura frente a Washington y los que defienden la vía de la negociación.

Entretanto Obama mira hacia Asia, zona prioritaria desde que Washington decidió la reorientación estratégica de su política exterior. Estados Unidos
trata de frenar allí la expansión de China cercándola de bases militares y apoyándose en sus socios tradicionales: Japón, Corea del Sur, Taiwán. Es significativo que el primer viaje de Barack Obama, después de su reelección el pasado 6 de noviembre, haya sido a Birmania, Camboya y Tailandia, tres Estados de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Una organización que reúne a los aliados de Washington en la región y la mayoría de cuyos miembros tienen problemas de límites marítimos con Pekín. Los mares de China se han convertido en las zonas de mayor potencial de conflicto armado del área Asia-Pacífico. Desde las perspectivas chinas, Pekín soporta cada vez menos la presencia militar de Estados Unidos en Asia. Según vaticina el estudioso español, entre los dos gigantes, se está instalando una peligrosa “desconfianza estratégica” que, sin lugar a dudas, va a marcar la política internacional del siglo XXI.

Finalizando, en América Latina, el año 2013 también se presenta lleno de desafíos. Habrá elecciones, el 17 de febrero, en Ecuador: la reelección del presidente Rafael Correa ofrece pocas dudas. Importantes comicios asimismo, el 10 de noviembre, en Honduras y el 17 de noviembre en Chile. La impopularidad actual del presidente conservador Sebastián Piñera ofrece posibilidades de victoria a la socialista Michelle Bachelet. Destacado lugar el de Venezuela, país que desde 1999 juega un papel motor en los cambios progresistas de todo el subcontinente. La imprevista recaída del presidente Hugo Chávez, reelegido el pasado 7 de octubre, crea incertidumbre. El dirigente se está restableciendo de su nueva operación contra el cáncer (la cuarta), mientras que el encargado pro-tempore de la Revolución Bolivariana es el actual vicepresidente Nicolás Maduro, un supuesto futuro líder que ha mostrado algunos signos de solidez. De hecho, en la recién pasada Cumbre de la CELAC en Chile los días 27 y 28 de enero, el mismo Maduro leyó la carta enviada por el mandatario venezolano a los demás presidentes, la cual concluía con que “ha llegado el tiempo del amor nuestroamericano”.

Pablo Arino entrevistó al analista Leandro Morgenfeld acerca de las elecciones presidenciales estadounidenses y sus efectos sobre la región.